Eslovenia: siempre hay un trozo de jardín en el mundo

Siempre hay un trocito de jardín en el mundo

Eslovenia: siempre hay un trozo de jardín en el mundo

Uno de las tareas principales de cada día es encontrar un lugar para dormir. Cuando eres principiante suele causar quebraderos de cabeza encontrar un buen lugar para pasar la noche, pero la experiencia me ha demostrado que siempre hay un trozo de jardín en el mundo para pasar la noche. Aquí te cuento mi experiencia de encontrar un pedacito de jardín en Eslovenia.

La primera noche en Eslovenia

Eran las seis de la tarde cuando entraba en Eslovenia, tan fácil como quién cambia de barrio. Tanto Eslovenia e Italia forman parte del acuerdo de Schengen y por eso sus fronteras interiores no mantienen control policial, tan sólo el típico cartel de fondo azul y las letras amarillas con el nombre del país vecino, rodeadas por el ya conocido círculo de doce estrellas.

Piso con gusto la carretera bien asfaltada por la cual me cruzo con más ciclistas que coches, mientras sigo bajando la pendiente en busca de un sitio donde acampar. Una vez abajo, la extensión de campo es amplia y variada con algunos árboles, y eso dificulta la elección. No por que no haya espacio sino porque hay tanto, que no sé a cuál declararle mis derechos de pernocta. “Ya podría ser este siempre el problema de acampar”, me digo, y después de media hora de exigencias investigando la zona, le doy el honor a un pequeño claro escondido a unos cien metros de la carretera.

El jardín perfecto siempre se hace de rogar

En esta parte de Eslovenia se manejan bien con el italiano y es el idioma que utilizo para comunicarme, que aunque sea un humilde itañol (mitad italiano mitad español) veo que me entienden sin problemas. Después de aprovisionar la despensa con algo de fruta y pan en un supermercado, comienzo la jornada con ligera pendiente, por caminos rurales asfaltados y algunos tramos a empujar. El paisaje de alrededor lo decoran viñas y olivos y hoy Lorenzo lleva el garrote encima.

Tras lidiar con la última rampa a pie, paro en el pequeño pueblo agrícola de Visnje a llenar los bidones y coger fuerzas para afrontar los quince kilómetros de subida que tengo por delante. Estoy cansado y a punto estoy de tirarme en un claro sombrío en el primer bosque que veo, pero la intuición me dice que no es el mejor sitio y continúo. Los bosques son muy frondosos y empinados a ambos lados y me regalan su sombra durante gran parte de la subida, aunque por experiencia sé que no me queda más remedio que coronar si quiero buscar un lugar para acampar.

Visualizar el jardín perfecto casi siempre funciona

Justo en la cima hay un bar-posada, es sábado y en la terraza rulan las birras entre la gente local. Uhhhhh, not good place !!. Igualmente a estas alturas no descarto nada y pregunto a la señora del hostal si puedo montar la tienda en uno de los campos que rodean la finca. Pero no me hace ni caso, las birras son lo primero y se acaba de estropear el surtidor. Nada, no queda más remedio que seguir adelante, ahora cuesta abajo a ver qué encuentro.

De momento agradezco el relajante descenso sin quitar ojo a los lados de la carretera por si aparece algún sendero o entrante con posibilidades. Todo eso con las palabras resonando en mi cabeza de un paisano local que quince kilómetros antes me dijo:

Hay osos a partir de Podkraj- es decir justo donde estoy ahora.
pero yo nunca he visto uno-, asegura.

Claro, tampoco le pregunté si había acampado alguna vez en el bosque, así que su punto de vista no era fiable del todo.

Mientras me dejo llevar por Minerva, en mi mente sigo visualizando ese lugar perfecto. Siempre lo hago. Algunos en la ciudad utilizan esta técnica para encontrar aparcamiento y si tú lo has probado sabrás que funciona, porque así funciona la magia de creer.

Siempre hay un pedacito de suelo

Y la magia está por llegar. Se acaba la bajada y antes del cruce con Kalce encuentro un camino de tierra que se adentra por el lado izquierdo hacia una zona verde con algo de bosque. Justo, justo, pegadito al bosque está mi “aparcamiento”, tal y como lo había visualizado. Lo tiene todo: no se ve desde la carretera, el espacio está abierto sólo a un lado, el césped es plano y limpio y encima orientado al este. Un hotelazo. Además, el color verde de mi P.G.P (Pequeño Gran Palacio) mimetiza a la perfección con el entorno, lo cual está genial para pasar desapercibido.

El mimetismo de mi tienda (Robens modelo Lodge 2P) con el entorno es perfecto. Hasta el punto que a la noche salgo medio dormido de la tienda a orinar olvidándome el frontal, y al acabar, miro atrás y me doy cuenta de que la tienda ha desaparecido,

-Maldita sea, pero si no me he ido tan lejos-, pienso mientras titubeo con las manos.

Hube de esperar unos tres minutos a que los ojos se adaptaran a la oscuridad para confirmar que estaba a escasos tres metros de mí.

Pero de que me voy a quejar si soy un privilegiado, siempre hay un lugar, un trozo de jardín en el mundo esperando ser ocupado para dormir. Se hace de rogar, pero con paciencia e imaginación, el lugar aparece.

Gracias por leerme.
Desde 2019  Viajando por  el Mundo en Bicicleta
Raül – Biciruling

Slovenia frontera con Italia
Un trozo en el jardin
Raul ALzola
hola@biciruling.com
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