Voy a intentar contarte lo mejor posible lo que sé sobre Raül. Intentaré que no sea como esas etapas ciclistas llanas y largas, de sofá y siesta, porque la vida de Raül, como la de la mayoría de personas, es un sube y baja continuo. Intentaré pues, llegar al sprint lo antes posible para explicarte cómo ha llegado hasta aquí.
¡Vamos a ello!
La madre de Raül cuenta que Raül llegó al mundo un 20 de junio de 1974, en una ciudad preciosa llamada Vitoria-Gasteiz. Siempre fue un chaval inquieto, soñador, competitivo, de temperamento fuerte y mal perder (aunque esto último lo ha mejorado bastante a lo largo de los años). Ya no rompe raquetas o palas de frontón, ni da patadas a la portería de fútbol cuando le marcan un gol.
Cuando rebusco en el archivo de la película de su vida, observo que siempre ha necesitado cambiar de entorno y explorar nuevas experiencias. A pesar de no haber viajado mucho, yo diría que nació con el síndrome de explorador (así lo llaman algunos psicólogos).
Pero vayamos al grano, que los recuerdos en nuestra mente cambian con el transcurso del tiempo y llegado un momento no son muy de fiar. Dejemos pues el pasado y acerquémonos un poco más al presente.
A Raúl le acompaño desde que tiene uso de razón y siempre me tiene presente. Yo le ayudo a simplificar la vida, a ser más atrevido, a jugar cada día con lo que haya en ese momento, a no dar importancia al qué dirán. Y recíprocamente él me ayuda a sentirme vivo.
Hace poco en un voluntariado hicimos una broma muy sencilla a una chica de 18 años. Ella se rio y seguidamente dijo: —¡Qué niño!−, ¡Bien!, pensé. Buen trabajo Raül. No lo puede evitar, desde que le conozco cuando Raül hace reír a alguien, me llena de felicidad.
El humor es para Raúl una medicina fundamental para vivir con alegría y el analgésico perfecto para superar los momentos difíciles. Los que le conocemos sabemos de lo que hablo. Aprovecha cualquier ocasión para arrancar una sonrisa; sea en el supermercado, en el trabajo o incluso a la funcionaria de hacienda. Y estamos de acuerdo en que todo ser humano merece reír.
Estudió ingeniería en informática porque le dijeron que era el futuro, aunque yo sé que hubiera preferido dedicarse al deporte; siempre ha sido su pasión. Había practicado muchas disciplinas, sobre todo deportes de equipo, hasta que un día se presentó la bicicleta y le atrapó.
Era la época Induráin cuando sus padres le compraron su primera bicicleta de carretera, y como muchos otros, cayó en las redes del romanticismo ciclista. Desde entonces la bicicleta siempre le acompaña tanto como yo. Si el humor es para él un analgésico perfecto, la bicicleta es una inyección de vitaminas y feromonas que quita cualquier mal menos el hambre. ¡Doctor, no se complique, Raül no necesita más, gracias.!
Tras trece años dedicados laboralmente a la informática y vivencias variadas e intensas por el camino, Raül sintió un vacío interior enorme y se alejó de mí. Ya no quedábamos y la alegría y el humor se fueron a tomar viento. Yo seguía a su lado, pero él no me veía.
Afortunadamente, ese cóctel de emociones despertaron algo en él que clamaba cambiar de vida. Otra vez el síndrome de explorador, pensé. ¿Pero cómo hacerlo? ¿A qué dedicarse? Tenían razón en cuanto a que la informática era el futuro, pero no el de Raül.
Ante esta gran duda, Raül decidió salir a dar una vuelta para despejarse y respirar aire fresco. Por supuesto me llevó con él y también en su bicicleta. De ahí surgió el proyecto “una vuelta y pa’casa”, que consistió en recorrer España por la costa durante unos tres meses y medio. Todos los detalles de este viaje los cuenta en su libro Una vuelta y un después.
Cuando acabó el viaje, desintoxicado del ruido mental y con las baterías cargadas, tomó la decisión de vivir una vida vinculada a la bicicleta.
Al principio el camino no estaba señalizado, pero a base de probar descubrió en el sector de la bici-mensajería la manera de vivir pedaleando. Dos años como empleado en Barcelona y seguidamente cuatro como emprendedor del primer servicio de bici-mensajería de la Garrotxa en el norte de Cataluña. (hiru.cat)
Catalogarlo como un sueño sería demasiado pretencioso, pero sí te puedo asegurar que fue algo que Raül proyectó, trabajó y que finalmente funcionó. Doy fe de que dio lo mejor de él.
Gracias a esa experiencia aprendió que si deseas algo con fuerza y pasión y te pones en acción, el Universo conspira a tu favor. Como dice el dicho: “Cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad”.
Transcurridos seis años de pedaleo urbano repartiendo cartas y paquetes, la ciudad se volvió pequeña. La rutina se presentó en su puerta y Raül volvía a sentirse encerrado. No quería verle caer de nuevo al vacío. Entonces decidí susurrarle al oído: ¡qué! ¿damos una vuelta?.
−¿Otra vuelta?–, me respondió y añadió. −Buena idea, pero esta vez vamos un poco más lejos–
−(yo) ¿Ah sí? ¿y a dónde?
−¿Qué tal el mundo?
No me esperaba esa respuesta pero no dude ni un segundo. −Genial ¿Cuándo salimos?
Una vez tomada la decisión tocaba hacer un plan para volver a cambiar otra vez de vida.
¡Ei, despierta!, ¿Sigues ahí? Espero no haberte aburrido demasiado. Llegamos al sprint de la etapa, llegamos al ahora. Confeccionado el plan y fijada la fecha comenzamos el viaje por el mundo en bicicleta.
Desde abril del 2019 Raül se ha convertido en un nómada que viaja por el mundo en bicicleta. Se pone una inyección diaria de feromonas, libertad. Encuentros y experiencias únicas son ahora su forma de vida. Y yo estoy a su lado, disfrutando tanto como él.
Actualmente se dedica a escribir sobre el viaje, sobre todo en el blog, y esporádicamente en otras plataformas de viajes, para ganar algún dinerillo. Aún es un principiante pero siento cómo disfruta y cada vez lo hace mejor.
Coge aire porque esta aventura no tiene fecha de retorno. Te recomiendo pues que sigas el resto de la historia en el blog. y que te suscribas al Newsletter para no perderte ni un detalle.
Disfruta de la vida. Nos vemos ahí fuera, o ahí dentro, depende como lo mires.
Un abrazo enorme
El niño interior de Raül.