Reflexión: a qué sabe el mar

A qué sabe el mar

Reflexión: a qué sabe el mar

Salir de la zona de confort

Como todo en la vida, para dar un paso adelante fuera de nuestra zona de confort (de la pecera), todo empieza por la curiosidad de conocer a qué sabe el mar. Esa frontera de miedos que nos limita y nos hace creer que fuera de ahí todo es desconocido y peligroso. O al menos eso es lo que nuestra mente nos hace creer, además de muchas voces externas que nos aconsejan no llevar a cabo semejante locura. Es fácil creer que ahí dentro estamos a salvo. Que todo es seguro. Que no hay nada mejor. Lo que comúnmente se conoce como salir de la zona de confort.

Todavía recuerdo lo que pesaba la alforja de mis miedos cuando me embarqué en esta aventura. Y recuerdo con cariño aquel encuentro con Philiep en Francia, junto al Canal du Midi, en que compartimos campamento y hablamos de las cosas de la vida. Acompañados de una copa de vino, Philiep dijo una frase que jamás olvidaré:

“Your heaviest laggage is the one laggage of your fears”, (tu alforja más pesada es la alforja de los miedos).

Estoy de acuerdo que tras la barrera está lo desconocido, pero ¿peligroso? ¿No será que hemos perdido la capacidad de asombrarnos? ¿No será que nuestro niño interior, aquel que exploraba cualquier rincón del parque, aquel que cuando le decían no vayas por ahí, todavía le generaba más ganas de incumplir, se ha vuelto tan tímido e introvertido que casi no somos capaces de escucharlo?

Desde el 7 de abril del 2019, después de un año de vida nómada, he probado a qué sabe el mar. No suelo permanecer mucho tiempo en la pecera. Siempre me ha pasado. Un rato se está bien. Te dan de comer, te limpian el agua y hay otros peces con quien compartir tus rutinarios hábitos. Pero cuando descubres cómo es el mar, madre mía, volver a la pecera es casi imposible.

La frontera de los miedos

Poco a poco, en mi vuelta al mundo voy atravesando fronteras: Francia, Italia, Eslovenia, Turquía….,Georgia, pero la más gratificante de cruzar ha sido la de mis miedos. Aquella alforja de los miedos que tanto pesaba cuando apenas llevaba una semana de viaje, se ha vuelto peso pluma. La incertidumbre diaria agudiza mi atención y mi creatividad y hemos forjado una gran amistad.

La libertad y el tiempo son caros y eso me convierte en millonario. Ante esta situación inédita, la del COVID-19, el tiempo y la incertidumbre siguen presentes, aunque sigo esperando a que me devuelvan la libertad, para volver a saborear el mar.

Sé que debido a las circunstancias mucha gente ha visto y verá cómo esa barrera, esa frontera que comentaba se va a desvanecer y aparecerán los miedos. Pero quiero que sepas también, si eres una de ellas, que hay mar para todos. Y créeme también, que si miras a los ojos a tus miedos y sacas lo mejor de ti, cuando pruebes el mar, no tendrás ocasión de arrepentirte.

Entonces, ¿a qué sabe el mar?

El mar sabe a libertad, incertidumbre, creatividad, soledad, abundancia. Sabe a sal de vida.

El mar tiene tanta agua que puedes bañarte sin problemas, tú decides dónde, cómo y hacia dónde nadar. En la pecera, el agua en la que nadas no depende de ti, y puede que un día…se seque.

Gracias por leerme y seguir mi Vuelta al Mundo en Bicicleta

Raul ALzola
hola@biciruling.com
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