23 Sep Conectando personas en Croacia
Qué manera de conectar personas en Croacia
Cuando escucho Croacia, entre otras cosas, me viene el recuerdo de algunos días en que conectar personas llevaba incluido probar vino de cosecha propia o el fuerte licor casero que se elabora en casi todos los hogares de los Balcanes: el Rakia. No me espera que eso iba a ser un punto interesante en mi conectando personas en Croacia.
Es una especie de orujo artesano, supongo que elaborado con lo que la tierra da en cada lugar, y pobre de ti si lo rechazas cuando te lo ofrecen. Es lo que en España se conoce como aguardiente, y se suele tomar como digestivo y ya podéis deducir, de alta graduación.
Cansado de ver tanto turista en la zona costera de la península de Istria, me salí del itinerario de la Eurovelo 8 y me fui directo hacia el interior, hacia la zona rural, donde el paisaje se adorna con viñas, olivos y pequeños núcleos agrícolas y granjeros. Como a mí me gusta. Ese día hacía bastante calor y consumía agua a raudales. Exhausto, paré delante de una casa donde un señor mayor, sofocado también por las altas temperaturas, me recibió resoplando.
–¿Wine?
–Acqua, per favore!–, reclamé señalando mi botellín de ciclista.
El hombre agarró mi botellín y tras llenarlo rápidamente, volvió a insistir:
–¿Wine?
–¡Esta bien, ok!, ok!– Ya entendí que no podía rechazar el ofrecimiento a aquel hombre orgulloso de su vino.
Brindamos con un vaso generoso de vino blanco que llenó de una cuba enorme ubicada en el garaje. El vino tenía un poco de aguja y era ligero al paladar. Además fresquito. Con aquel calor, entró como un vaso de agua.
–¿Red wine?– Insistió de nuevo
–Madre mía, ¿otro?, ¡venga va!, qué demonios, probémoslo–.
El hombre no hablaba mi idioma, ni yo el suyo, pero bastó la expresión de mi cara para expresarle lo bueno que estaba. Agradecido por la degustación y el agua, que quedó en segundo plano, me monté en la bicicleta alegre y saltarín. Ahí entendí al mítico ciclista Federico Martín Bahamontes (el Aguila de Toledo) cuando explicaba como en el Tour de Francia de los años setenta, se metían unos chupitos de coñac o del alcohol que pillaban en la ruta, para soportar la fatiga y subir la moral en aquellas etapas épicas. Lo mío no era épico pero esos cinco kilómetros que me quedaban hasta arriba fueron de relámpago.
La cosa no acaba ahí. Nada más coronar las últimas rampas a pie, paro en la primera casa que me encuentro a llenar todas mis reservas de agua y prepararme para la acampada. Pero Sabetz y Lian me reciben con curiosidad y una sonrisa y me invitan a sentarme con ellos en el patio. Escasos minutos después ya hay encima de la mesa, vino, buñuelos caseros y una botella de un líquido transparente como el agua, que la mujer llama Rakia.
Se estaba a gusto ahí. Pero se me alargaba el asunto. Según íbamos conversando veía el sol que menguaba y las nubes se oscurecían, y la frase mágica (puedes dormir aquí) no surgía, a pesar de que iba lanzando pistas. Así pues me despedí de ellos, agradecido por el aperitivo y la compañía, ahora medio mareado y acelerado por buscar un sitio dónde acampar que me costó lo mío. Como siempre, la magia apareció en el último momento y pude montar la tienda en un lugar discreto, con tiempo justo para ducharme, cenar una lata de alubias, un poco de pan, y una vez dentro de la tienda, escuchar como resonaban los truenos y el claqueteo de las gotas sobre la tela verde de mi palacio. Así hasta que el sueño se apoderó de mí en cuestión de segundos.
Conectando personas en Croacia a ritmo de guitarra
En la isla de Pag, de nuevo conectando personas en Croacia (connecting people). Me instalé un par de días en el camping ubicado junto a lo que parece un lago, que no es más que el Adriático estancado entre la isla y la Costa, un lugar super tranquilo, acogedor y nada turístico.
En la recepción hacían tres turnos y a la noche le tocaba a Dede. -Es de Bosnia y toca la guitarra-, me informa Denis, del turno de mañana. Así que cuando llega la noche y aparece Dede le dejo mi guitarra, pero cuando ve lo difícil que resulta sacarle sonido limpio, se acerca al coche y trae consigo su guitarra japonesa que suena lindísimo. Con la guitarra de testigo, Dede saca una petaquilla del bolsillo y me ofrece un trago, como no, era Rakia, made in Bosnia. Media hora después mi guitarra sonaba mejor que nunca. Me enseñó una rueda de acordes de flamenco sobre la que él iba improvisando melodías. Y así estuvimos hasta las dos de la mañana. Entre canción y canción, caía otro trago y él no paraba de decir:
–Flamenco, Español, Paco, Maestro !!
Conectando personas en Croacia por todo lo alto
La más elevada exaltación de la amistad fue un día después en el Hotel Fledermaus. Llegué allí por recomendación de un buen tipo que conocí en el camping de Pag, el cual insistió mucho en que no podía irme de la isla sin pasar por allí.
Llegué al lugar sobre las seis de la tarde. Nada más entrar, (no había puerta), ya pintaba bien. Todo muy casero y rústico. Construido con madera y algunas piedras. El título de Hotel no le favorece en absoluto.
–How much for a night in my tent?, pregunté a la chica que se acercó como responsable de la recepción (tampoco existía la recepción como tal).
–100 cunas
–Uf, It’s too much expensive for me!, can we talk about any colaboration?
–Uuuuu, better talk to the boss
Y así me presentó a George, “il capitano”, que como no, me acompañó al espacio-bar. Un chiringuito de madera, con forma cuadrada, para tomar, como no, un par de chupitos de Rakia. Insistí en concretar el tema del precio por alojarme y su respuesta fue:
–Don’t worry about the price, my friend, another Rakia or do you prefer to test the wine?
Madre mía!, me decía yo. Ya estamos de nuevo conectando personas en Croacia. Con dos vinos más en el cuerpo, me fui a instalar la tienda, ducharme y cuando vuelvo al chiringuito, me dice George que me han preparado la mejor mesa para cenar.
–Pero….!!,
–Niante, niante, go to have dinner, bon apetito !!
No me lo podía creer. La mesa estaba orientada al lago y también al atardecer que justo iniciaba su ocaso. No tenía ni el móvil ni la cámara de fotos
pero el momento quedó grabado en mi memoria para siempre. Observé la luz rojiza reflejada en el agua durante minutos, junté las manos y miré al cielo para dar gracias por todo lo que estaba sucediendo.
Me trajeron un plato de verduras y luego un plato de atún cocinado al horno, una delicia para mi paladar acostumbrado a la cocina básica de campamento. Encima de la mesa, había, como no, dos botellas pequeñas de diferentes tipos de Rakia.
Resumen de las conexiones humanas en Croacia
Excuso de explicaros como transcurrió la noche, pero puedo deciros que encontré la tienda porque era la única que había. Al día siguiente fue imposible levantarme temprano. Tardé horas en recuperarme de mi primera resaca del viaje y comencé a pedalear a las dos de la tarde. “Il capitano” no me cobró nada y ahí quedó una gran amistad. Ahí dejo la referencia del lugar. No lo busquéis en el mapa porque no lo encontraréis. “Il capitano” dice que no quiere multitudes. Lo justo para tener vino, aceite de oliva, vino y Rakia con quién compartirlo . Un lugar para recordar al que espero volver algún día y conectar de nuevo con esta gente tan especial, eso sí, con un poco más de control.
Así transcurría mi Vuelta al mundo por los Balcanes, siempre levantando el brazo con un vaso de vino o Rakia.
Gracias por leerme.
Desde 2019, por el mundo en bicicleta
Raúl, Biciruling
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