Travesía en bicicleta por Georgia – parte 2

Empujando la bicicleta por camino de tierra

Travesía en bicicleta por Georgia – parte 2

A continuación narraré cómo fue esta segunda parte de mi travesía en bicicleta por Georgia. Si todavía no lo has hecho, te aconsejo que eches un vistazo a la primera parte de mi travesía en bicicleta por Georgia para no perderte ningún detalle. ¡Seguimos!

En bicicleta por Georgia mapa

En bicicleta por Georgia: hacia las montañas del Cáucaso

Dejo atrás el Monasterio de David Garetja para dirigirme hacia las montañas de la cordillera Caucásica. Cada vez me aproximo más al acceso al Parque Natural de Tusheti y a una de las carreteras, si se puede llamar así, más peligrosas del mundo.

No tenía muchas más referencias sobre ese paisaje salvaje y de difícil acceso salvo las explicaciones que me había dado mi amigo Roberto Merchán. Él ya había estado por allí hace unas semanas y compartió conmigo algunos consejos que ya te iré explicando más adelante.

De camino, siempre intentando evitar las carreteras, me meto por una pista de tierra y piedras que me hace sudar la gota gorda. Un pastor que maneja sus ovejas por el mismo sendero se detiene a mi lado, y tras un breve intercambio de frases y gestos de presentación, repite varias veces en georgiano una palabra que no entiendo:  “¡Sameba! ¡Sameba!”.

Empujando la bicicleta por camino de tierra

Un oasis en el camino

Al llegar arriba descubro lo que el pastor me estaba intentando transmitir: un monasterio cristiano-ortodoxo de monjas.

Estoy tan cansado del esfuerzo de la subida que ante aquel paraíso de color verde, rodeado de frutales y viñedos, se me hace imposible no parar a descansar y respirar la esencia de este lugar. Si ese monasterio y su templo han sido construidos allí. Por algo será, pensé.

No tardan en aparecer tres jóvenes religiosas tan alegres y sonrientes como el negro de su atuendo. Al estar cubiertos sus cabellos por tan largo ropaje, sus sonrisas y sus miradas se revelan todavía con más luminosidad. Especialmente Serafina que desde el primer momento se ocupa de que no me falte de nada. Al poco rato de conversar en inglés, ya me ha traído queso, pan y una botella de 2L de vino de su propia cosecha.

Monasterio Katsareti en Georgia

Este lugar es conocido con el nombre de Trinidad de Khashmi (Katsareti). Cuenta con una iglesia del siglo V-VI entorno a la cual se construyeron el resto de edificios durante los siglo IX y más adelante en los siglos XV y XVI.

Al caer el sol se me antoja asistir a la ceremonia ortodoxa que celebran diariamente a las nueve de la tarde. Tengo curiosidad por saber cómo son sus rituales. Quizá se trate de algo parecido al rosario cristiano católico, pues la celebración consiste en repetir salmos de un libro gordo que reposa sobre un atril.

Todo está muy oscuro. Sutilmente iluminado por el pequeño foco led que ilumina el libro sagrado y algunas velas repartidas por la sala. Estoy atento a todos los detalles, pero no deja de resultarme bastante aburrido, sobre todo cuando las únicas palabras que comprendo son “Amen” y “Aleluya” y no hay ningún cántico que amenice las oraciones.

Amanezco con el sol y el canto de los pájaros. Cuántas veces agradezco estos regalos de la vida nómada, fruto del esfuerzo, de buscar caminos diferentes y exigentes en la mayoría de los casos. Todo se equilibra. No hay subida sin bajada, ni esfuerzo sin recompensa. Cuando ya creía que estaba en el paraíso aparece de nuevo Serafina con un termo de café y un pedazo generoso de bizcocho casero. Le pregunto si puedo darle un abrazo. “¡Claro!”, responde. Creo que es el abrazo más largo y sincero que he gozado desde hacía meses. Creo que me he enamorado un poco, aunque no sé si de Serafina o de su espíritu humano.

En bicicleta por Georgia: los caminos me ponen a prueba

Nadie dijo viajar en bicicleta por Georgia sería un camino de rosas. ¿Te acuerdas que he dicho eso de que no hay bajada sin subida? Pues tal dicho tal hecho. Nada más dejar el paraíso me enfrasco en un camino de barro y vegetación salvaje que me dificultan el avance. Me araño las piernas y en un momento caigo en el barro y acabo rebozado de un color vainilla. El cuenta-kilómetros no se mueve más allá de los 4km/h y solo vale empujar la bicicleta caminando. La Naturaleza vuelve a mostrarme la realidad de la vida. Hace unas horas disfrutaba de un lugar encantado y ahora me encuentro inmerso en un infierno selvático.

georgia caminos difíciles de pedalear

¡Por aquí no ha pasado nadie en años! Maldigo y a la vez me rio de mi maldición, pues soy yo quién ha decidido venir por aquí. Por fin alcanzo llegar a un pueblito de cuatro casitas y de allí enfilo la carretera que sube hacia el paso Gombori  a 1620m de altitud. Inicio con energía agradecido del pedaleo fluido sobre el asfalto pero a cinco kilómetros de la cima mis fuerzas se agotan.

Cuando llego arriba estoy destrozado. Ya es tarde y no me apetece embarcarme en una bajada tan larga y tan cansado. Además hay una fuente de agua fresca. Inspecciono la zona. Algunos turistas paran a hacerse fotos, pero hacen la foto y se van. Enseguida veo un huequito discreto que me oculta de la carretera y no me lo pienso. Tengo ducha, cena y lugar tranquilo para descansar. Aquí me quedo.

El vino más antiguo del mundo es de Georgia.

Un pastor que dirige sus ovejas a caballo me despierta con sus silbidos y un saludo con el brazo. Parece que me diga, ¡Venga para arriba! Recojo rápido, hago un café mientras la tienda se seca y enfilo una bajada larga hasta Telavi. Casi 30km de bajada rodeada de bosques y también con mucho tráfico rodado.

En Telavi hago una paradita, me tomo un café, lleno los bidones de agua y continúo. El sol azota con fuerza y las sombras escasean por los caminos rurales de tierra que transito. Por fin una ermita y unas mesas echas polvo de madera me sirven para descansar un rato de las horas más intensas.

Georgia descansando del sol en Taheti

Esta región es la más vinícola de todo Georgia. El vino lo mantienen fresquito en unas tinajas enormes de barro que se instalan bajo tierra. Es una tradición muy antigua. En el pasado no solo servía para mantener el vino a una temperatura constante sino para ocultar el vino de los invasores que llegaban arrasando con todo.

Según los últimos estudios el vino más antiguo es de Georgia. Se han descubierto restos en Georgia de la era Neolítica que demuestran que hace 8000 años antes de Cristo en este región ya conocían la domesticación del vino. Mucho más antiguo de lo que se pensaba.

Y en Georgia el vino está integrado en la cultura y en el día a día en cualquier casa familiar. Muchos georgianos lo producen ellos mismos. Y no me extraña porque la tierra es tan fértil que las cepas crecen sin mucho esfuerzo en el jardín. Esta pasión por el vino la iré sintiendo durante todo mi viaje, en cada encuentro. Y lo viven con una intensidad a la que no estoy acostumbrado. He intentado seguir su ritmo de brindis infinitos, pero mi coche no tiene el motor para ello.

Ha sido un día largo. Encuentro un lugar discreto para acampar en un pequeño bosque en un lateral de la carretera. En una casa cercana me llenan los bidones y la bolsa de 4L de agua. Así que hoy repito. Ducha, cena y sueño profundo. A descansar. Todavía no soy consciente de lo que me espera por delante. No me importa. Ya tengo el chip de aventura instalado. Estas dos semanas de ruta me han servido para calentar, ponerme en forma, antes de afrontar el acceso al Parque Natural de Tusheti por una de las  “carreteras” más peligrosas del Planeta.

Continuará…

Raul ALzola
hola@biciruling.com
No Comments

Post A Comment